Bueno, y aquí estoy de nuevo, para deciros, que si fuera por mí, yo no perdonaría. Soy muy rencorosa, aunque hay gente peor que yo.
El caso es que el viernes, tuvimos examen. No lo habíamos practicado mucho, ya que empezamos el martes, y hasta el día del control, sólo fueron tres días, escasos. Bueno, conclusión. Me maté el jueves a estudiar para el viernes, memorizándomelo, y esas cosas. Llegó el viernes, el esperado viernes.
Entré en clase, con mis libros en la mano, y bajo todo eso, mi clasificador naranja, con la ficha de estudio bien visible. Como siempre, me dirigí a la mesa que suelo ocupar. La saqué de su hueco, ya que estamos en forma de "U", para poder entrar, y me ilusionó mucho ver que no tenía a la idiota de siempre al lado. Nos dejaron media hora para preguntarnos entre nosotros. Yo me acerqué a la que tenía al lado, lo más maja posible y le dije: ¿Te pregunto? Y encima que me ofrecía a preguntarla en vez de ser yo la primera, me respondió lo más borde posible: No me gusta que me pregunten. Fue una gran ofensa para mí, por una vez que intentaba ser amable, un día que no venía con muy bien pie, ya que la mandíbula me había ocasionado bastantes dolores. Pensé para mí: Hala, pues púdrete en tu miseria, chavala; que yo puedo convivir sin ti. Pasó la media hora, y me fijé en que el profesor había escrito una media chuleta en la pizarra, pero bueno, al final descubriréis que no me sirvió de mucho.
De mientras, el profesor, que es un "graciosillo" que tiene tripa y perilla, nos decía: No os preocupéis por el examen, que sólo es una pequeña parte del 25% del 90%. Nos lo hemos metido a la cabeza, pero luego: Pero también pensad que es un examen y que cuenta para nota.
Todos empezamos a mover las mesas para ponernos en filas, nos repartió la hoja del examen, (esta vez, por suerte, estaba imprimido. Ha habido varias veces en las que ese profesor nos había dictado las preguntas y habíamos tenido que copiarlas en folios reciclados. Yo ya pensaba que nos iba a dictar las preguntas, pero no, por suerte no). Después, nos dijo: Como alguien tenga un folio por el suelo, le pongo a él un cero, al de adelante otro y al de atrás también otro. Y cuando hubo terminado de alentarnos de esa manera, dio comienzo el examen.
Ahora descubriréis por qué no me sirvió de mucho la chuleta que escribió en la pizarra. Aunque no estuviese allí, me hubiese ido igual. Si al final, sólo le eché un par de miraditas. Además, no la veía demasiado bien, así que... no sirvió.
Ahora descubriréis por qué no me sirvió de mucho la chuleta que escribió en la pizarra. Aunque no estuviese allí, me hubiese ido igual. Si al final, sólo le eché un par de miraditas. Además, no la veía demasiado bien, así que... no sirvió.
Terminamos y entregamos la hoja.
Al final del día, nos vino con los exámenes. No los había corregido, se los da a una de clase para que los reparta y dice todo glorioso: No he corregido los exámenes. Esto no era más que una prueba, el martes será el de verdad. Y nosotros le preguntamos: ¿Cómo? Entonces, ¿no cuenta para nota? ¿Por qué? Él responde: No, como he supuesto que estarían muy mal... Pero bueno, el martes también tendréis chuleta.
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